viernes, 28 de junio de 2013

El sueño de la modelo


Tal era su amor propio, que Bella no tardo en acomodarse de espaldas a la puerta del armario y comenzar a acariciarse pensando en aquel sueño.

Aquella mujer, sí, la de mis fantasías y mis relatos, la mujer loba... ella fue la protagonista de mi sueño:

La loba estiró su brazo hacia mis mejillas, las cuales acarició para atraerme lentamente a ella.  Estaba absorta en aquella mata de pelo rizada del color del fuego completamente desnuda, más concretamente en aquellos pezones duros y erizados. Mis ojos descendieron lentamente por aquella fisonomía hasta llegar a aquella zona triangular de su entrepierna (igual de rojiza que su melena). Apenas podía verle los labios de un color rosado oscuro y de tan solo pensarlo, mi clítoris palpitaba de maneras extraordinarias avivando un deseo casi extinto hacia las mujeres.  -Qué belleza...- Susurré casi en un suspiro, era casi imposible tener a una mujer como ella ante mí.

Ella continuó el recorrido de sus besos y mordisqueos hasta llegar a mi sexo y se detuvo a contemplarlo un momento antes de recorrerlo de arriba abajo con su lengua, saboreándolo, sintiendo ese aroma particular dulzón y agradable que despedía cuando estaba excitada... Siguió pasando su lengua de arriba abajo, mientras comencé a mover las caderas muy lentamente. La boca de aquella pelirroja atrapó el clítoris con sus labios y succionó durante unos buenos minutos, para después intentar penetrarme esta vez con su lengua empujando suavemente hasta tenerla dentro y sentirla. Ahí fue cuando comencé a gemir entre suspiros ahogados. Mis dedos se enredaban en aquella mata de pelo fogoso apretándola de vez en cuando con fuerza como muestra de mi excitación. Saboreaba los jugos que salían en abundancia de mi vagina tan deseada por lo visto, para dicha mujer. No se cortaba en meter la lengua profundamente moviéndola dentro, pude sentir (y ella sintió) como las paredes vaginales se tensaban apretando su lengua. La inminencia del orgasmo me recorrió por dentro y apreté la cabeza de la muchacha entre mis piernas, tirando de su cabello con brusquedad (ella emitió un gruñido) -Lo siento...- murmuré, pero obtuve como respuesta un pequeño mordisco en mi clítoris hinchado, arrebatándome uno de los gemidos más excitantes de esta historia... Y dando un pequeño brinco el orgasmo sobrevino y la loba pudo sentirlo en su boca; el palpitar primero y las convulsiones después. Paladeaba sin parar el líquido que desprendía dentro de su boca y me quede quieta (sonrojadísima) sintiendo sus labios en los míos. En su lengua ella pudo sentir los espasmos de la vagina y cuando estos terminaron pasó suavemente sus dedos, limpiando cuidadosamente la zona, para luego besar mis muslos.

Ella subió hasta mi boca, besando por el camino mi vientre, senos y cuello hasta llegar a mis labios en un beso profundo donde por fin pude sentir el sabor de mis jugos, el olor de mi sexo... -Gracias- Finalicé el acto con un susurro y una sonrisa.

¡Desperté!

Texto: Raquel Sarmiento

sábado, 22 de junio de 2013

Algo mejor que un café


Había terminado de comer y por fin iba a poder disfrutar un poco del reposo y de la tranquilidad acompañada de él, mi dueño. Ese que de vez en cuando me daba el capricho de sentirme a gusto con mi propia silueta.

Caí completamente ante él (a cuatro patas y completamente relajada) comencé a bajar poniendo mis manos sobre aquellas piernas. Así hice con mis pechos, aquellos que reposaron sobre él muy apretaditos a mis brazos; fue entonces cuando bajé la cadera y alcé mi trasero (una postura muy cómoda por cierto).

-No te muevas ,quédate así- dijo él, y yo alce la cabeza para verle desde abajo. Tan solo estiré los brazos en el sofá para dejarle marchar. Y se fue, pero  no tardo en volver. Traía la cámara de fotos en sus manos dejándola en la mesa unos instantes para dirigirse al mueble y ponerse sus anillos. Yo estaba intrigada, no sabía lo que él quería hacerme y era de esperar que temblara unos instantes (lo supe por mis pechos, esos que temblaron por culpa del latido tan violento que se me presentó en cuestión de segundos al ver aquella figura masculina ante mí). Y tomó la cámara -De rodillas, querida mía. Déjame sentarme...- dijo acompañado de una orden suave con un leve chasquido de sus dedos. Asentí completamente callada, y una vez se sentó yo volví a ponerme de la misma manera que él había dicho antes. Sus ojos parecían devorarme, y a su vez, aquella mano de bestia que recorría mis nalgas bajo el pantalón de pijama sin cortarse ni un pelo, bajó un poco la prenda  y dejó que mis bragas verdes chillonas quedasen al descubierto. Fue cuando él puso la mano con una porte elegante sobre mi piel; la yema de sus dedos apretaban suavemente mi piel, de vez en cuando me palpaba para hacerme sonreír y fue entonces cuando el "clic" de la cámara sonó -Quédate quieta- murmuró atento al plano por aquel objetivo completamente pequeño del aparto.  Sabía que examinaba cada perímetro de mis curvas traseras, examinaba y evaluaba demasiadas cosas para poder enfocarse en su propósito ¡Y lo consiguió! -Ya...- dijo sonriente, y yo volví a mirarle con una dulce sonrisa, ascendí y le bese para dejarle ir de nuevo.

Puede parecer una tontería, pero... ningún café pudo reemplazar aquel momento que me robó uno de los suspiros más naturales de mi vida.

Texto: Raquel Sarmiento