viernes, 9 de agosto de 2013

El escándalo


Lo podía haber pasado peor, créeme.

Había tenido un día de lo más ajetreado del mundo. No había parado ni para comer (ni tan siquiera desayuné) y ahora que era casi las ocho de la noche necesité respirar tranquila, así que me fui al Café7 y allí decidí quedarme. ¿Para cuál fue mi sorpresa? Mi Amo estaba allí con dos amigas. Vaya, que faena la mía.

No quise molestar y me senté fuera del círculo de amistades. Me senté y abrí el portátil, allí me puse a hablar con una buena amiga de fuera, luego con mi mejor amigo y al rato me puse a rolear por escrito con ellos. Tras un rato, mi Amo bajó la pantalla del portátil sin avisarme. No le hizo falta decirme nada, yo ya estaba apretando las piernas cuando vi que aquellos ojos estaban a punto de matarme.

Me miró fijamente y extendiendo su mano, reclamó mi acercamiento con su dedo índice (flexionándolo varias veces). Mi atractivo Amo se sentó en la esquina de la mesa, me fijé en cada detalle, un cuerpo de infarto para mí, perfectamente bien hecho, unas manos grandes y fuertes, el pelo largo con su corte mohicano, unas cejas muy dibujadas… era perfecto… le daban un aspecto muy viril… Su piel blanca parecía irradiar luz propia y aquellos ojos, de color miel tirando a dorado por los focos eran francamente perturbadores.

No pude continuar con mis pensamientos… se desvanecieron de golpe al escuchar su voz susurrarme al oído con un gemido largo y profundo… -Relájate, y recuerda que para mí eras la encarnación del deseo, desde que te he visto no te puedes imaginar cómo me has hecho sentir-. Me aparté un poco y miré hacia los lados para que nadie nos viera. Él cogió mi mano y muy despacio la dirigió hacia su entrepierna (me quedé helada). Aquello estaba empalmado y bien duro. Sin soltarme se bajó de la mesa a la vez que tiró de mi para que me levantase. Se pegó completamente a mí y noté que su temperatura corporal era caliente, lo sentí bajo sus ropas.

Su marcada erección topaba con mi abdomen y tuve que dejar de pensar para mantener la calma. Mi deseo por él crecía cada vez más y la ardiente necesidad que golpeaba cada milímetro de mi cuerpo era espeluznante. Pasé mis brazos por su cuello y le besé con deseo y lujuria; ahogándome en él, fundiéndome con él, saboreándole, presionando mis dedos contra su cabeza y atrayéndole cada vez más a mí. Mi Amo me cogió por la cintura y como si fuera una muñeca en manos de la bestia me elevó. En un acto reflejo rodeé su cintura con mis piernas, notándole completamente pegado a mí. Perdí el sentido del tiempo, la realidad; solo escuché una especie de rasgadura, pero todo daba igual. Aquel calor (ese ardor que me envolvía), no me dejaba pensar racionalmente. Él se aparto de mí bajándome al suelo. Yo le miré y él se acercó a mí oído soltando un suave gemido -Luego te veo- y comprendí, mientras se alejaba, que lo hizo para demostrarle a los demás que yo era suya, lo débil que era ante él. Me sonrojé y a su vez me enfadé. No llegué a pedir nada, recogí mis pertenencia y me fui.

Al llegar a casa estaba sola, no había nadie. Solté las cosas en la mesa principal y me fui a duchar. En vez de eso, llené la bañera y me sumergí en la paz y tranquilidad que daba un baño relajante hasta que sentí la necesidad de tocarme. Y lo hice.

Libre pensamiento, sí. Antes de que me diera cuenta imaginé que mi Amo me desnudaba en mitad de la multitud, empujando con su pelvis mi cuerpo hasta quedar de espaldas a la pared. Cogió mis manos, y con una sola suya, agarró mis muñecas poniéndolas por encima de mi cabeza (sobre la pared) inmovilizándome.  Arqueé la espalda de forma que mi pelvis se rozó con su miembro. Repetí la acción un par de veces y caímos al suelo. Allí volvió a sujetarme con fuerza mientras devoraba mis labios en un salvaje beso (comencé a masturbarme más deprisa). No sé como mi cabeza llegó a eso, pero me hizo girar sobre él haciendo de aquella posición un 69 y comenzó a rozarme con su lengua. Introdujo un dedo, luego un segundo y después un tercero. Gemía.  Para entonces, rocé mis labios contra su sexo hasta introducirlo por completo hasta mi garganta, dónde mis gemidos se ahogaban en mi propia imaginación. Incluso imaginé como levantaba mi pelvis estando encima de él y la bajaba con fuerza, sintiendo nuevamente ese dolor en mi cabeza y ese deseo en mi entrepierna.



Me relamía una y otra vez, experimentaba ese dulce sabor en mis labios. Cada milímetro de su sexo en mi boca en mitad de la nada, hasta que abrí los ojos y comencé a acariciarme los senos sin dejar de masturbarme, sin aviso, sin castigos, sin ordenes  me corrí, no necesité verlo, solo imaginarlo para hundirme en aquel momento tan dulce.

Texto: Raquel Sarmiento

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