sábado, 22 de junio de 2013

Algo mejor que un café


Había terminado de comer y por fin iba a poder disfrutar un poco del reposo y de la tranquilidad acompañada de él, mi dueño. Ese que de vez en cuando me daba el capricho de sentirme a gusto con mi propia silueta.

Caí completamente ante él (a cuatro patas y completamente relajada) comencé a bajar poniendo mis manos sobre aquellas piernas. Así hice con mis pechos, aquellos que reposaron sobre él muy apretaditos a mis brazos; fue entonces cuando bajé la cadera y alcé mi trasero (una postura muy cómoda por cierto).

-No te muevas ,quédate así- dijo él, y yo alce la cabeza para verle desde abajo. Tan solo estiré los brazos en el sofá para dejarle marchar. Y se fue, pero  no tardo en volver. Traía la cámara de fotos en sus manos dejándola en la mesa unos instantes para dirigirse al mueble y ponerse sus anillos. Yo estaba intrigada, no sabía lo que él quería hacerme y era de esperar que temblara unos instantes (lo supe por mis pechos, esos que temblaron por culpa del latido tan violento que se me presentó en cuestión de segundos al ver aquella figura masculina ante mí). Y tomó la cámara -De rodillas, querida mía. Déjame sentarme...- dijo acompañado de una orden suave con un leve chasquido de sus dedos. Asentí completamente callada, y una vez se sentó yo volví a ponerme de la misma manera que él había dicho antes. Sus ojos parecían devorarme, y a su vez, aquella mano de bestia que recorría mis nalgas bajo el pantalón de pijama sin cortarse ni un pelo, bajó un poco la prenda  y dejó que mis bragas verdes chillonas quedasen al descubierto. Fue cuando él puso la mano con una porte elegante sobre mi piel; la yema de sus dedos apretaban suavemente mi piel, de vez en cuando me palpaba para hacerme sonreír y fue entonces cuando el "clic" de la cámara sonó -Quédate quieta- murmuró atento al plano por aquel objetivo completamente pequeño del aparto.  Sabía que examinaba cada perímetro de mis curvas traseras, examinaba y evaluaba demasiadas cosas para poder enfocarse en su propósito ¡Y lo consiguió! -Ya...- dijo sonriente, y yo volví a mirarle con una dulce sonrisa, ascendí y le bese para dejarle ir de nuevo.

Puede parecer una tontería, pero... ningún café pudo reemplazar aquel momento que me robó uno de los suspiros más naturales de mi vida.

Texto: Raquel Sarmiento

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